Foto: Pato Peters |
Al promediar el mediodía del 4 de julio, La Paz se veía cubierta por un manto de nieve, y ese solitario grado sobre cero en el centro paceño acompañaba la cancelación de vuelos y las demoras para la gente que llegaba del interior.
Las horas previas al concierto se vivían con la gente disfrutando la final de la Copa América, y llegaban los mensajes de los amigos y amigas que habían tenido la suerte de cruzarse con el músico que venía a Bolivia después de brindar dos shows con lleno total en Bogotá.
Poco antes de las 20.30 -hora señalada para el inicio- el sector más cercano al escenario se colmaba por completo, mientras que arriba, en VIP y Preferencia, el espacio quedaba grande para la cantidad de gente que se había dado cita.
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Unos cuantos minutos después de las 21 horas, se apagarían las luces, y los tres mil asistentes daban la bienvenida a Draco Rosa, el solista que llegaba por primera vez al país. La larga espera de años llegaba a su fin...
Con un breve y cordial saludo, una simpática sonrisa, y una banda de seis músicos acompañándolo en escenario, Draco inició el viaje con problemas de sonido que se sintieron a lo largo de los primeros temas. "Brujería", esa incendiaria canción de Vagabundo, el disco que más canciones cedería en la fría velada, fue elegida para comenzar la ceremonia que duraría casi dos horas.
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A continuación, haría una versión en español e inglés de "Delirios" y "Mad Love", interpolándolos como si de un sólo tema se tratara. Había pasado menos de media hora de concierto y el neoyorquino de padres portorriqueños nos tenía completamente conquistados. Fue en ese momento en que agradeció a todos por estar ahí, pese al frío, y aseguró que los últimos meses no le habían sido fáciles. También nosotros agradecíamos el tener a ese guerrero de la vida, en una ciudad a 3600 metros de altura, dejando todo sobre el escenario.
Con un medley de "Cruzando puertas" y el "Tiempo va", Draco dio inició a un set acústico, que continuaría con la apropiada "Noche fría" (la versión en español de "Dancing in the Rain"), y una versión resumida de "Amantes hasta el fin". En "Penélope" fue imposible no derramar lágrimas y quebrar la voz en ese "Qué lejos tú, qué lejos yo...". Invadían los recuerdos, afloraban los sentimientos, y venía a la cabeza todo aquello que había sido musicalizado por esa inmortal canción de 1996.
Para "Obra de arte", el segundo de tres temas de Amor Vincit Omnia en el set, Draco incluyó en la letra "Me voy a La Paz, me voy a Bolivia", mientras parecía dar instrucciones a sus músicos -sobre todo a los estadounidenses- sobre los ritmos y cadencias latinas. Estaba en todos lados, muy conectado con el público y pendiente de cada uno de sus músicos, sin dejar su sonrisa y el buen humor que lo acompañó toda la noche.
Cerca a la hora de concierto, en modo de trío, terminó el repertorio acústico con "Más y más", con el público acompañando en las voces, pese a las modificaciones. Draco es un músico que disfruta realizar versiones de sus temas, lo que a veces dificulta seguirlo cantando.
Ya con toda la banda de vuelta, ofreció una versión extendida de "Esto es vida" -con un solo del contrabajista René Camacho incluido- y terminó la misma diciendo "hace frío, pero estoy a punto de desnudarme porque estoy tan feliz". Todos estábamos felices, no había duda.
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Antes de la siguiente canción, y sólo con su guitarra, improvisó unas melodías en las que afirmaba que regresaría a La Paz, que regresaría con alegría. Le creemos... Siempre lo haremos, y quedaremos esperando a que Draco vuelva, aunque sea como una sombra, como él mismo dijo.
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Una adaptación de un poema del mexicano Martín Galas Jr. y una versión breve de "Cómo me acuerdo" prepararían el inevitable final, faltando poco para las 11 de la noche. "Celebremos, que hay mucha magia en esta ciudad", dijo Draco antes de dar inicio al último tema, "Cuándo pasará", el emotivo número que sirvió para lanzar su carrera en solitario hace más de 20 años atrás. Era imposible no transportarse en el tiempo, y ver a aquel jovencito de 25 años -de cabellos rosados y sombrero blanco- cargando su propia cruz.
No había más, y no podíamos pedir más. Sólo quedaba agradecerle a ese músico por transmitirnos su energía y hacernos vivir con cada una de sus canciones. El aire en La Paz era diferente luego de aquel momento...
Gracias, maestro Draco Rosa. Celebramos tu vida y aplaudimos tu arte... Lo haremos siempre.
Buena reseña para un concierto totalmente alucinante.
ResponderBorrarUhaauu... es casi como senti. Muy buen articulo!
ResponderBorrarlo acabo de ver en Lima ....como un unplugged..muy intimo...pero hayq ue reconocer que el espectaculo y las canciones en La Paz, fueron unicas ..dijo que volveria ...muy bien articulo !!!!
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