Foto: Freddy Barragan |
Con un show prolijo y correcto esta nueva formación de Guns estuvo a la talla de las expectativas: escuchar grandes canciones, convertidas hoy en verdaderos clásicos, y ver a uno de los cantantes más versátiles de todos los tiempos, recientemente incluido, con sus viejos colegas, al Salón de la Fama del Rock ‘n Roll.
Esta nueva formación para Latinoamérica tenia un miembro más que especial. Duff McKagan, el bajista original y uno de los principales compositores de Guns, se unió a Axl para este tramo de la gira. Verlo en vivo fue algo muy especial. El resto de la formación la completaron en guitarras: DJ Ashba, Richard Fortus y Bumblefoot, en batería Frank Ferrer y en los teclados Chris Pitman y un viejo conocido, Dizzy Reed, quien gira con Guns desde sus inicios.
La gélida noche no impidió que poco menos de 20.000 personas se acercaran al estadio miraflorino. La convocatoria no fue la mejor, ya sea por los precios de las entradas o por falta de un público para este estilo de shows.
La noche arranco muy arriba con “You Could Be Mine” con un Axl barbado, vestido con un look distinto al que todos le conocíamos: sombrero, bufanda y camisa de diseñador. La tercera canción fue “Chinese Democracy” que da nombre al único álbum que editó sin los miembros originales. De este trabajo de desprendieron dos canciones más. La seguidilla de “Welcome to the Jungle”, “It's So Easy” y “Mr Browstone” enloqueció a todos. Una muestra viva de por qué el álbum Appetite For Destruction sigue siendo uno de los mejores discos de todos los tiempos. Un disco único y fundamental.
El escenario divido en dos niveles contó con un excelente juego de luces. El sonido tuvo cierta deficiencias, probablemente por la acústica del lugar. Si hablamos de la voz de Axl podemos decir que está aceptable. Nadie esperaba que cante como hace 20 años, pero creo que hizo un show muy digno en cuanto a lo vocal se refiere.
Sus músicos brillan en sus solos y realizan una ejecución impecable de las viejas canciones mientras buscan en todo momento conectarse con el publico, corriendo y subiéndose a los monitores, arengando como verdaderos profesionales.
McKagan cantó dos canciones, una de los Misfits y “Raw Power” de los Stooges, mientras Axl descansaba en un camerino sobre el escenario. No faltaron grandes covers - hechos propios - como “Live and Let Die” de Paul McCartney y “Knockin’ On Heavens Doors” de Bob Dylan.
“Sweet Child O’ Mine” puso a todos como locos ya que se trata probablemente de su canción mas comercial. Axl estuvo detrás del piano para la grandiosa “November Rain” mientras que “Don't Cry” emocionó y tuvo cantando a todo pulmón a los presentes.
Muy pocas palabras de Axl para el público, algunos gracias y nada más. Sus movimientos fueron un poco más toscos y ya no corre como antes - recordemos que tiene 52 años -, pero aun así sigue siendo un ícono que con solo miradas - tras sacarse las gafas negras - cautiva a todos.
El final vino con la hermosa “Patience”, “The Seeker” de The Who y, como no podía ser de otra manera, la inmortal “Paradise City” que desató la locura total mientras papel picado volaba por los aires. De esta manera, se daba cierre a una noche con un show internacional a la altura de lo que se ve afuera.
¿Quejas?, claro que pueden haber, así como hay muchas cosas que mejorar, pero lo importante es que hay productoras apostando por traer a artistas de talla y este es el caso de Guns 'N Roses. Quien diga que solo es Axl – y ahora Duff - está en lo cierto, pero no por eso se debería quitarle merito o “nivel” al show.
Finalmente, la realidad es que lejos quedaron los días de gloria de Axl y de G'nR. Es probable que nunca veamos nuevamente a la formación original. Nos quedan los discos en estudio. Axl con sus Guns, es lo que hay, es mejor que nada y se toma o se deja.
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